El discurso del rey: Keir Starmer intenta convertir las promesas en realidad

Cuando cambian los regímenes, cambiar los títulos de los puestos de trabajo puede resultar vertiginoso.

Incluso si el ganador de las elecciones no es una sorpresa, incluso para aquellos de nosotros que pasamos nuestras carreras observando e investigando a estas personas, le hará querer.

De repente, la persona que respondió «Primer Ministro» era diferente a la de principios de mes.

Rishi Sunak, el líder de la oposición, sigue oponiéndose al Primer Ministro, pero ya no es el Primer Ministro.

Es un nuevo gobierno que intenta utilizar tres momentos decisivos en su primera quincena para consolidar su lugar en la mente del electorado, y tanto los opositores de larga data como los gobernantes en el poder se están sacudiendo esa novedad. El lugar corre.

Hubo una cumbre de la OTAN en Washington la semana pasada y una reunión de la Sociedad Política Europea en el Palacio de Blenheim en Oxfordshire el jueves, seguida del discurso del Rey hoy.

Son todas ceremonias e imágenes vívidas que barnizan las más brillantes promesas políticas.

Lo más útil para cualquier gobierno en cualquier momento es que a la oposición se le niega el escenario y la coreografía del cargo.

En términos puramente numéricos, el número de nuevas leyes previstas para la apertura del Parlamento hoy es mayor que el que Tony Blair logró en la misma época en 1997, afirma el Partido Laborista.

Hay que decir que los proyectos gubernamentales y los logros gubernamentales no son lo mismo.

Y suceden cosas, siempre suceden cosas, y eso se apodera de la agenda, del foco, del plato de los ministros.

Pero recuerden que este es un gobierno de mayoría.

Las agitaciones y los ruidos deberán ser lo suficientemente fuertes como para causar problemas reales a Sir Keir Starmer, y si bien con el tiempo no habrá duda de que habrá un equipo desagradable en sus bancas, es probable que la mayoría permanezca leal antes de que (potencialmente) se irriten.

Para el Primer Ministro hoy, el objetivo es transmitir energía y sensación de urgencia, pero no sorpresas.

Intentará convencerlo de que está convirtiendo en realidad sus promesas de campaña, o al menos comenzando el proceso de hacerlo.

Quiere dar la impresión de que el partido y la oposición están trabajando duro para prepararse para el gobierno; la escala de estas ideas deja claro que no se han reunido en las últimas quincenas.

Los trabajadores quieren aprovechar al máximo cualquier período de luna de miel, sabiendo que es de corta duración.

En la campaña electoral utilizaron con éxito la más poderosa de esas palabras: «transformación».

Ahora viene la siguiente parte difícil: tratar de lograrlo.

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